Dimensiones de la Crisis
Víctor M. Toledo
Primero fue la crisis social la que generó conciencias, reacciones, iniciativas diversas, protestas. Después se agregó la crisis ecológica y en íntima relación la energética. Hoy ha hecho su aparición la crisis financiera, convertida ya en debacle económica de escala global, y los defensores de la situación se quedan sin baldes para sacar el agua del buque que se hunde.
Primero fue la crisis social la que generó conciencias, reacciones, iniciativas diversas, protestas. Después se agregó la crisis ecológica y en íntima relación la energética. Hoy ha hecho su aparición la crisis financiera, convertida ya en debacle económica de escala global, y los defensores de la situación se quedan sin baldes para sacar el agua del buque que se hunde.
¿Son estas crisis fenómenos aislados o por lo contrario no son sino las
expresiones de una sola crisis? Aquí de nuevo es la perspectiva histórica la
que nos permite responder a la pregunta, pero no la de cualquier historia, sino
la de aquella que logra articular la historia de la sociedad con la historia de
la naturaleza.
Estamos en un "fin de época", entrando a la fase terminal de
la civilización industrial, tecnocrática y capitalista, en la que las
contradicciones sociales y ecológicas se agudizan y la norma es cada vez más
los escenarios sorpresivos, inesperados e impredecibles. Dos fenómenos
encabezaban esta crisis de civilización: el calentamiento global y el fin de la
era del petróleo. Ahora debemos agregar la crisis provocada, y largamente
anunciada, por la voracidad insaciable del capital. Todas son la expresión de
un intrincado conjunto de procesos cuyo devenir ha tomado varias décadas, es
decir que conforman una inercia de largo aliento.
ILUSTRACIÓN: Infernal
punishment for the Seven Deadly Sins / Le grant kalendrer et compost des
Bergiers / 1496
La gran aceleración: el siglo XX.
El ser humano ha estado presente en el planeta desde hace 200 mil años,
un suspiro en la larga, casi eterna, historia de la Tierra. Durante la mayor
parte de ese lapso, el hábitat planetario ha sufrido una creciente presión por
parte de la especie humana. Sin embargo nada es comparable con lo ocurrido en
los cien años recientes, un periodo que equivale solamente al 0.05 por ciento
en la historia de la humanidad.
Hoy pueden identificarse un conjunto de fenómenos sin precedente en la
historia (Mc Neill, J. 2002. Something new
under the Sun: an ecological history of twenty century. Penguin Books). La población humana, por ejemplo, se incrementó más de
cuatro veces entre 1900 y 2000, al pasar de 1.6 mil millones a más de 6 mil
millones.
Ello supone la llegada cada año al planeta de 77 millones de nuevos
seres humanos. A esta velocidad el reloj demográfico es, y será cada vez más,
una bomba de tiempo que ha dejado en el siglo XX a la quinta parte de todos los
miembros, vivos o muertos, que han existido a lo largo de la historia.
Los datos demográficos, sin embargo, palidecen frente a los de la
economía mundial. Medida en dólares de 1990, ésta se incrementó 14 veces entre
1900 y 2000, de tal suerte que la economía global de 1950 ha sido superada ya
por la economía estadounidense de hoy, y la economía global de 1900 es
equivalente a la economía japonesa actual (McNeill, 2000).
El uso de la energía, medido en toneladas métricas de barriles de
petróleo, es el tercer gran aceleramiento del siglo pasado: creció 16 veces. La
energía utilizada en el siglo XX ha sido mayor que la utilizada a lo largo de
toda la historia de la especie, y diez veces mayor a la usada en los mil años
previos (Mc- Neill, 2000).
En comparación con los datos anteriores, el uso del agua se elevó nueve
veces; el incremento del bióxido de carbono (CO2), el principal contaminante
atmosférico, fue de 13 veces, y las emisiones industriales de ¡40 veces! De la
misma manera, la extracción y el consumo de metales (cobre, zinc, manganeso,
cromo, níquel, magnesio, estaño, molibdeno y mercurio) han tenido un
crecimiento espectacular en los cien años recientes.
La extracción de estos metales conlleva a su vez el uso de sustancias
tóxicas, el uso y contaminación del agua y el movimiento masivo de materiales.
Otros crecimientos vertiginosos son el de los vehículos automotores y el de las
reses o cabezas de ganado, así como el de las poblaciones de la fauna que
acompaña al ser humano (moscas, ratas, cucarachas, etcétera) y, en las décadas
recientes, el de la información manejada globalmente por medio de los sistemas
de cómputo y las telecomunicaciones.
Los autos y las reses se pueden considerar dos de los principales iconos
del siglo XX. Por cada dos seres humanos que nacen al año se construye un auto,
de tal suerte que para 2010 el parque vehicular alcanzará los mil millones. El
auto produce 15 por ciento de los gases que contaminan la atmósfera, su
construcción produce entre 15 y 20 toneladas de residuos, y cada año los accidentes
automovilísticos matan a un millón de seres humanos y dejan heridos entre 25 y
35 millones (Toledo, V. M., 2006. Ecología, espiritualidad, naturaleza.
Jitanjáfora Ediciones).
Por otro lado, puestas en una balanza, todas las reses del mundo pesan
más que todos los seres humanos juntos, y en varios países como Uruguay, Costa
Rica o Australia, existen más vacas que humanos. Hacia 2001, las reses habían
alcanzado los mil 530 millones, cada una de las cuales eructa metano y óxido
nitroso, gases que inducen el calentamiento global.
La expansión de la ganadería vacuna ha sido la causa principal de la
destrucción de millones de hectáreas de selvas tropicales. Con poblaciones
cercanas a las de los seres humanos, los autos y las reses, los dos principales
engendros de la invención humana del siglo pasado, compiten ya con sus
creadores por los alimentos.
En países como Brasil o Estados Unidos, cada parcela agrícola puede ser
dedicada a alimentar a los autos (agrocombustibles), a las reses (pastizales) o
a los humanos (cereales, hortalizas, legumbres, etcétera).
ILUSTRACIÓN: Infernal punishment for the Seven Deadly Sins / Le grant kalendrer et compost des Bergiers / 1496 |
El gran evento más reciente que ha acompañado a todo lo anterior ha sido
el de la producción de desechos: la excreción de materiales, sustancias, agua
utilizada, radiaciones, genomas alterados y basura.
Los volúmenes de generación de desechos han roto toda predicción. Hoy
podemos afirmar que el planeta es cada vez más un espacio irremediablemente
contaminado de una gama casi infinita de basuras y desechos.
Tan sólo en Europa, posiblemente la región con las leyes más estrictas,
existen unos 30 mil productos químicos sin control, es decir, de los cuales no
se sabe nada acerca de sus efectos sobre la salud humana y el ambiente (El
País, 25/9/2005, página 21).
Es muy probable que el notable incremento de las alergias, el asma, el
cáncer, las disfunciones hormonales y la infertilidad esté ligado con el uso
incontrolado de esas sustancias.
Dentro del panorama anterior, no debe dejar de citarse la
producción de máquinas y aparatos inservibles. Por ejemplo, hoy existen 2 mil
100 millones de celulares en el mundo, casi uno por cada tres personas, y dado
que el tiempo de uso promedio de cada aparato es de 14 meses, la cantidad de
celulares que se desechan como "chatarra electrónica" es descomunal:
sólo en Estados Unidos hay 500 millones de celulares desechados.
Los impactos de un "experimento sin control".
Si el uso pacífico o bélico de la energía nuclear ya había sacudido las
conciencias de los miembros más lúcidos de la especie humana, hacia mediados
del siglo pasado comenzaron a surgir las primeras llamadas de atención acerca
de los impactos de la modernidad industrial sobre la trama de la vida y los
balances ecológicos del planeta.
Durante los recientes cien años, la especie humana ha modificado y/o
afectado los ecosistemas del planeta Tierra de forma más extensa y rápida que
en ningún otro periodo de la historia humana. Dos fenómenos destacan: el mayor
poder de transformación adquirido por los seres humanos a partir del uso de los
combustibles fósiles (incluyendo la energía nuclear) y la lógica o racionalidad
que ha dominado y que hoy alcanza su máxima expresión, la cual está basada en
una voracidad insaciable: la de la acumulación, concentración y centralización
de capital.
El "experimento incontrolable" que caracteriza al metabolismo
industrial se explica entonces por los mecanismos insaciables de un mercado
dominado por el capital que echa mano de un gigantesco poder de transformación,
cada vez más acrecentado por la innovación científica y tecnológica. Y es esta
espiral que crece y crece la que se debe detener, única manera de finalizar una
etapa y de comenzar otra.
La huella ecológica y la inercia de la era industrial. La cantidad de
alimentos, energía, agua, materiales de construcción y desechos que cada
individuo utiliza y expide a lo largo de un año puede ser calculada mediante un
índice conocido como la "huella ecológica" creado por M. Wackernagel
y J. Rees, en 1996.
Este índice es de carácter trans-escalar, pues puede aplicarse a
individuos, familias, barrios, comunidades, ciudades, países y a la humanidad
entera, así como compararse al paso del tiempo, y se mide en el número de
hectáreas necesitadas para satisfacer lo consumido.
Desde 1985 los seres humanos traspasaron, en conjunto, la capacidad del
planeta para proveer esos satisfactores. Esta presión humana sobre el
equilibrio de la Tierra debe sin embargo ser matizada, pues son los países y
sectores opulentos los que mayores impactos producen, de tal suerte que medida
por países, la huella ecológica resulta de la combinación del número de
habitantes y de su nivel de consumo.
Si todos viviéramos como la población promedio en los países ricos, el
planeta sólo podría soportar mil 800 millones de personas, y no los seis mil
700 millones que viven en la actualidad.
Contrariamente a lo esperado, la huella ecológica sigue aumentando dado
que el consumo tanto de los países ricos como la de los llamados emergentes
(China, India, los de Europa del este, Brasil, Sudáfrica) se incrementa día a
día. En 2006, el comercio y el consumo globales aumentaron a niveles récord en
todo el mundo.
Las producciones de acero (mil millones de toneladas), aluminio (31
millones de toneladas) y automóviles (45.6 millones de unidades), por ejemplo,
superaron todas las marcas anteriores.
Utilizando el parámetro de la huella ecológica por un lado, y el índice de bienestar humano de la Organización de las Naciones Unidas, un grupo de investigadores confeccionaron un método para cuantificar el nivel de sustentabilidad de los países, definido como aquel que alcanza un mínimo grado de bienestar social y un nivel de consumo que no excede la capacidad de renovación de la biosfera (bio-capacidad) (Moran, et al, 2008, Ecological economics).
Utilizando el parámetro de la huella ecológica por un lado, y el índice de bienestar humano de la Organización de las Naciones Unidas, un grupo de investigadores confeccionaron un método para cuantificar el nivel de sustentabilidad de los países, definido como aquel que alcanza un mínimo grado de bienestar social y un nivel de consumo que no excede la capacidad de renovación de la biosfera (bio-capacidad) (Moran, et al, 2008, Ecological economics).
La aplicación de ese índice a 93 países, entre 1975 y 2003, reveló
que no obstante los conocimientos acumulados y las medidas adoptadas durante
ese periodo, la sociedad humana se ha vuelto menos, no más sustentable, con
excepción de un país, Cuba (véase: http://www.footprintnetwork.org/hdief.html).
Los resultados también ubicaron a Latinoamérica como la región
"menos insustentable" del globo.
El análisis anterior cobra especial importancia porque viene a corroborar, a escala global, la existencia de un proceso largamente intuido o sospechado pero no demostrado con cifras o datos: la inercia aparentemente imparable del metabolismo industrial y su carácter esencialmente depredador de los recursos del planeta.
El análisis anterior cobra especial importancia porque viene a corroborar, a escala global, la existencia de un proceso largamente intuido o sospechado pero no demostrado con cifras o datos: la inercia aparentemente imparable del metabolismo industrial y su carácter esencialmente depredador de los recursos del planeta.
Este análisis encuentra su correlato en los más recientes reportes sobre
el cambio climático. De acuerdo con los trabajos presentados por varios
expertos, varios de ellos miembros del IPCC, durante la reunión anual de la
Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), celebrada en Chicago
en febrero del 2009, el cambio climático será más rápido y más intenso de lo
previsto en el más reciente informe de los científicos de Naciones Unidas (el
IPCC), presentado a principios de 2007, el cual fue demasiado prudente o
conservador.
¿Otro mundo es realmente posible?
El metabolismo industrial se ha convertido ya en un irrefrenable
movimiento expansivo, en un permanente creador de entropía o desorden, ha
generado innumerables nuevas articulaciones entre los fenómenos sociales y
naturales, ha impulsado nuevos efectos de carácter multi-escalar (de lo local a
lo global y viceversa), y ha terminado por convertir al mundo moderno en un
complicado e incomprensible calidoscopio de crisis cada vez más concatenadas y
amplificadas.
Con la consolidación del capitalismo industrial, cuyo pináculo estamos viviendo,
el hábitat planetario ha entrado en una fase crítica de aceleración y
descontrol. Los fenómenos globales inducidos por la civilización industrial,
han traído un sinfín de ventajas y nuevas e inimaginables posibilidades, pero
también han hecho del hábitat planetario un espacio cada vez más inseguro,
incierto y peligroso.
La destrucción de la variedad de la vida (biodiversidad), el agua
cada vez más cara y escasa, el aire y los mares contaminados, los alimentos
insanos, las substancias y las tecnologías peligrosas, así como los cambios
climáticos inesperados y catastróficos, se combinan ya con los quiebres de
empresas y corporaciones, las recesiones económicas y la devaluación de las
monedas.
La crisis múltiple que sufre el mundo contemporáneo obliga a replantear
innumerables aspectos del entramado social y de sus relaciones con el mundo
natural, y ello vuelve anacrónicas a buena parte de las propuestas teóricas y
prácticas de los sectores anti-sistémicos. Toda solución parcial o
unidimensional es ya una interpretación reduccionista, limitada e inútil. La
crisis de civilización que hoy vive la especie humana es antes que todo una
"crisis metabólica", en tanto que atañe al entramado de innumerables
dimensiones.
No hay pues solución económica, tecnológica, energética, social,
política, institucional, epistemológica o ambiental. Si hay fuerzas que
enarbolan el lema de que "otro mundo es posible", es decir que las
crisis son superables, entonces ese mundo visualizado debe construirse sobre la
justicia social, el respeto a la naturaleza, la re-configuración de los
sistemas financieros, el cambio de fuentes energéticas, la autogestión local y
regional, la creación de nuevas tecnologías y sistemas de conocimientos,
etcétera.
Hoy se requieren cambios en todas esas dimensiones de la realidad,
orquestados por un nuevo paradigma político, que deje atrás los atavismos que
aún dominan los movimientos anti-sistémicos y el pensamiento crítico. Este
nuevo paradigma político debe basarse en una concepción que contemple tanto la
explotación entre los seres humanos como entre aquellos y la naturaleza.
Frente a las múltiples crisis, un proyecto alternativo o, si se
prefiere, una modernidad alternativa, está obligado a dos cosas: en
primer término a organizar la resistencia ciudadana, y en segundo lugar
a construir el poder social. Ambos se encuentran indisolublemente
ligados.
El poder social se construye poniendo en juego tres elementos: la solidaridad, la organización y el conocimiento científico y tecnológico, en proyectos concretos. Cada uno de ellos es necesario pero no suficiente. Ello implica gestar modos alternativos de vida basados en la autogestión, la autosuficiencia, la diversidad, la democracia participativa y la equidad, por medio de los cuales los individuos, las familias, las comunidades recuperan el control sobre los procesos que les afectan, es decir, disminuyen el riesgo al que los ha condenado a vivir la sociedad dominada por el capital.
La "micropolítica doméstica".
La construcción del poder social comienza en la familia, en la
edificación de un hogar autosuficiente, seguro y sano, que comparte con muchos
otros hogares una misma "micropolítica doméstica". Ello se logra
mediante acciones en la alimentación, la salud, la vivienda, el agua, la energía
y el ahorro y el crédito, todo lo cual surge, a su vez, de la toma de
conciencia, ecológica y social, de los miembros de la familia, de un cambio de
actitudes, y en fin de la adopción de una nueva filosofía por y para la vida.
En el caso de la alimentación se trata de que el hogar alcance,
donde le sea posible, el auto-abasto de alimentos sanos, nutritivos y
producidos bajo esquemas ecológicamente adecuados (agricultura orgánica o
sustentable) y/o la obtención de aquellos de redes y mercados solidarios,
justos y orgánicos.
El hogar debe buscar también la autosuficiencia en agua y energía,
lo cual implica la adopción de tecnologías adecuadas, limpias, baratas y
seguras. La vivienda debe estar construida con materiales locales, no tóxicos y
producidos bajo fórmulas ecológicamente correctas. Finalmente, la salud se
alcanza mediante la acción conjunta del consumo de alimentos sanos, materiales
no tóxicos, agua limpia, adecuados dispositivos sanitarios, y el empleo no de
una sino de varias tradiciones médicas (desde la acupuntura, digitopuntura,
homeopatía y herbolaria hasta las diferentes medicinas industriales).
Los hogares autosuficientes, sanos y seguros conforman las células últimas del poder social, y sólo alcanzan a realizarse cuando forman parte de redes, asociaciones, cooperativas o comunidades de territorios bien definidos. Estos últimos representan un segundo nivel de organización social y surgen de la agregación solidaria de los primeros.
Un tercer nivel puede alcanzarse cuando se logra la articulación a
escala de barrios urbanos, ciudades pequeñas, municipios y micro-regiones, y
así sucesivamente. Todas estas formas de organización se alcanzan más
fácilmente cuando existe la participación de "agentes técnicos":
investigadores, promotores y animadores.
Sin la construcción del poder social, el poder político (que corre en
paralelo) se ve limitado en sus acciones reivindicadoras, incluso se torna
inocuo o disfuncional al ser dominado o controlado por las fuerzas antisociales
(como los mercados dominados por el capital).
En suma, la crisis de civilización que hoy vive el mundo contemporáneo y
cuya dinámica opera en ritmos mucho más lentos al de los procesos políticos y
sociales habituales, sólo será superable bajo esquemas teóricos renovados y
mediante acciones políticas de nuevo cuño. Ya no bastan las fórmulas
convencionales que aún dominan los movimientos anti-sistémicos, incluyendo las
de los sectores considerados como los más avanzados (como el neo-zapatismo).
Si "otro mundo es posible" éste será el de una
"democracia solar" participativa e incluyente, una tecnología que
imite los pulsos de la naturaleza, un conocimiento holístico donde pensar y
sentir sean las dos caras de la misma esfera, un sentido de equidad que incluya
al resto de los seres vivos y, en fin, una sociedad sustentable dominada por
formas de vida orgánicas. Estamos ante una tarea descomunal y urgente. Ese es
el tamaño del reto.
El artículo nos engloba la serie de cosas que propician esta crisis la
fundamental son los recursos naturales que lejos de ser abundantes no quiere
decir que sean infinitamente existentes para nosotros los humanos, ya que nosotros con el gran número de
población que ya somos, demandamos cada vez más recursos pero disminuimos el
espacio de estos, la calidad del texto te hace reflexionar no solo al leer el
texto sino nos hace reflexionar sobre la educación que estamos teniendo , que
estamos dando a los más jóvenes, como
comunidad , realmente no hacemos nada, ni siquiera en la comunidad se busca un
bien común todos peleamos por vivir mejor , llenos de lujos, llenos de cosas
tóxicas que gracias a todas esas grandes industrias estamos perdiendo nuestras
riquezas naturales , estamos expirando la calidad de vida de todos los
organismos entre ellos nosotros seres humanos que tenemos más ventaja para reaccionar
ante evidente caos ocasionado por nuestras manos y acciones . Propongo difundir
más textos de este tipo y educar más sobre una conciencia ecológica.

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